Hay un dicho que dice…el que espera…desespera.
Hace mucho que dejé de esperar que las cosas sucedan.
Simplemente ocurren cuando tienen que ocurrir.
Algo así como lo de que llega quien tiene que llegar.
Me llega lo que me tiene que llegar.
Claro que ahora lo digo fácil. Porque en mis buenos tiempos, creía que los eventos me sucedían, por buena o por mala suerte.
Y la suerte es tan aleatoria. Tan esquiva con unos, tan amiga de otros.
Hasta que comencé a observar a quiénes yo creía que tenían suerte.
Y la tenían. Pero pegadito a ella había trabajo. A veces un trabajo personal profundo e imperceptible que sólo quien lo vivía lo sabía.
A veces era ese trabajo que se ve de lejos. Que le rompe el espinazo a las coyunturas y se reinventa de entre las cenizas como el ave fénix.
En un mundo de esperas. De suerte o desgracia. De otros que me hacen y no yo que construyo, da vértigo vivir.
Da miedo porque no sabes lo que hay a la vuelta de la esquina.
Hasta que uno comprende, desde muy adentro, que no encuentra quien busca. Sino que te encuentra lo que te tiene que encontrar.
Entonces dejamos de correr en pos de mitos y promesas mágicas irrealizables.
Para darnos cuenta que la vida se construye. Somos creadores de nuestra propia vida.
Entonces… de buenas a primeras… te quedas sin excusas. Tú puedes volver realidad… lo que quieras. Si. Lo que quieras.
Hay algunos secretos. Muy pocos pero básicos.
Saber qué es lo que quieres realmente.
Dar pequeños pero constantes pasos para lograrlo.
Meditar todos los días visualizando los cambios internos que son necesarios para lograrlo.
Vencer el miedo.
Vencer los mandatos familiares en contrario.
Salir de al lado de quien no te deja ser y crecer.
Y luego… ya no esperes… Vive. Hoy comienza octubre. Primer día de todo un mes para sentir de qué tienes ganas!
Buen mes! Nunca estamos solas…
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos