NUESTRO REGALO PARA NUESTRA FAMILIA. UN ÁRBOL GENEALÓGICO SIN SECRETOS PARA PODER TRABAJAR CON ÉL REALMENTE…
Comienzo a armar mi árbol genealógico… puras zonas sombrías sin información.
Algo me dice que es sumamente imperfecto. Porque detrás de él… los secretos. Impenetrables. Cerrados. Mentirosos.No uno. Cientos.
Los secretos familiares que todo lo cubren. Que todo lo impregnan. Los hijos nacidos muertos de pequeños y nunca recordados. Los abortos voluntarios y los que fueron por obligación. Los excluidos del árbol, los no nombrados. Por sus opciones sexuales. O por casarse con personas rechazadas por la familia. Porque partieron y nunca más se supo de ellos.
Las historias truncas y escondidas de abuelos que se hicieron cargo de hijos como si fueran sus padres. De hijos que crecen creyendo tener un padre que luego resulta que no es ni biológico ni del corazón. De madres que niegan información.
Los momentos vitales que no nos son revelados…cómo fuimos concebidos. Si en momentos de amor. De violentación. De alegría. De tristeza.
Miro mi árbol genealógico, ese con el que se supone que debo trabajar y lo dejo a un lado. Si esta es la base de algún tipo de sanación, ¿cómo podría lograrla teniendo como herramienta de base un queso gruyere lleno de agujeros de información?
Tengo la sensación de que tengo hermanos que no llegaron a nacer y a veces la historia se abre un poquito pero al hacer preguntas las respuestas son tajantes. “No, para nada.”
Los secretos familiares deforman nuestros árboles. Los impregnan. Los modifican. Se transforman en pasado no cierto.
Cómo cuando supe que mi propia abuela se había casado embarazada de mi tío con 16 años. Y cuando yo misma quedé embarazada a los 19 fue una de las más escandalizadas. Hasta que haciendo la sucesión de mi abuelo, con las partidas de nacimiento en la mano, supe la verdad. Una verdad desnutrida, apenas agarrada a unas fechas, sin versiones, sin narrativa, sin sentimientos. Una verdad que nunca se sabrá.
Lo comprendí en estas semanas. En que llegaron varias mujeres que habían perdido embarazos avanzados. O niños recién nacidos. Y el mensaje de los Registros fue claro “Que esas almas no queden en el olvido. Existieron. Ocupan un lugar. Y así deben ser recordados.”
Tal vez ese sea nuestro regalo para las nuevas generaciones. Que los árboles comiencen a ser reflejo de la historia. Que los nombres de quiénes no conocimos porque partieron pronto ocupen su espacio. Que los excluidos retornen. Que todos seamos redimidos de nuestros errores, porque al compartirlos, salvamos a nuestros hijos y nietos de repetir nuestra historia. Algo que pocas de nosotras podemos resolver con nuestro magra versión del árbol.
Bendiciones infinitas! Nunca estamos solas!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos