No sé cocinar. Y lo asumo…
No sé cocinar. Y lo asumo. Pero de vez en cuando me gusta ver programas de cocina. No tanto los de concursos porque no les encuentro el punto. Sino esos donde alguien me conquista con su luz interna, que se extiende hasta sus manos, pasa a los ingredientes y construye magias.
La Hermana Bernarda es por lejos mi cocinera preferida.
Su acento alemán. Su humildad extrema. La manera de transmitir mensajes de vida mientras enseña cómo hacer “una masa fregada”, o comunica el secreto para que una crema no se corte. O envuelve una manzana “en camisa”. Escucharla hablar me hipnotiza. Me da paz. Me llena el alma.
Bernarda junto con cada plato trae una historia. Y cuenta como se come en su tierra. O como se comía. Porque algo me dice que habla de los tiempos que ella vivió de niña.
Antes de empezar cada programa, dice unas palabras. Las va cambiando. Porque con Bernarda los guionistas tienen poco para hacer. Se le nota a la cuadra que improvisa… y qué lindo es ver a alguien Ser sin que otro le escriba las líneas de su vida.
Pues que Bernarda al iniciar su espacio, dice aquello que cada uno necesita en ese momento. A mí me llegó al alma cuando habló de que cada uno de nosotros tiene un Don. Que el de ella era cocinar , que había encontrado su espacio en las cocinas y que lo que había venido a hacer lo disfrutaba.
Porque era una mujer muy sabia me intuyo que había aprendido a ver lo realmente importante. Eso que como dice el Principito, es invisible a los ojos.
“Me gusta disfrutar de las pequeñas cosas que nos brinda la naturaleza, la textura de los frutos, el perfume de las hierbas. Los colores y sabores que nos dan placer y alegría. Por eso quiero transmitir a los demás esas sensaciones a través de mi cocina y poder compartir estas dulces tentaciones…”.
Gracias Bernarda. Las sigo compartiendo cuando busco en tus manos de mujer vivida, esa paz de la exactitud Divina que es lograr que las cantidades sean perfectas, los ingredientes idóneos y las uniones eternas.
Por cada Ser de Luz que por la Tierra va derramando su don,
Gracias gracias gracias.
Porque estés en mi vida doy gracias gracias gracias.
Porque nunca estamos solas… Bendiciones infinitas!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos