No hay duelo sin ausencia. Que es perder la presencia
El duelo es un proceso normal de adaptación a las pérdidas, dice la Organización Mundial de la Salud.
No hay duelo sin ausencia. Sin pérdida. Cuando algo se termina, sea la vida de otro, una relación, un trabajo, una manera de vivir, perdemos algo. No como posesión, sino como relación.
Duelar comienza con aceptar. Como casi todos los caminos no mágicos de sanación. No fenomenológicos, sino profundos.
Iniciamos el duelo por una relación que ya no funciona, cuando deja de existir lo que nos mantuvo unidos.
Inicio el duelo de un ser querido que parte, cuando no está presente. Y aún antes, , previendo la no presencia. Hay duelos por muerte y duelos por migración. Porque cuando migramos y nos vamos a vivir a otro país, también hay ausencia, por lo tanto dolor, por lo tanto duelo.
Tenemos tanto miedo al dolor, a llamar a las cosas por su nombre, que encontramos infinitos caminos de evasión. Hacia arriba y hacia abajo. Hacia los costados. Porque el camino hacia adentro, no evade, enfrenta. No le tiene miedo a las palabras, las verbaliza.
Lloramos, nos enojamos, nos sentimos raras, diferentes, desarmadas. Llorar, enojarse, sentirse rara, desarmarse, son palabras que tienen que ver con duelo, con pérdida, con ausencia.
Los duelos duran. A veces hasta dos años. Incluso más. Y como un duelo es un proceso, mejor vivirlo que esquivarlo. Que como todo lo que se esquiva, nos espera a la vuelta de la esquina disfrazado de otra cosa. Y se vuelve parte de lo no tramitado que nos maneja desde lugares no conscientes.
La magia del duelo es la valentía de tomar el camino largo.
Ese del que habla Calamaro:
“Siempre seguí la misma dirección
La difícil la que usa el salmón
Siento llegar al vacío total
De tu mano me voy a soltar.”
Merecemos la paz de duelar duelando.
Escrito por Simone Seija
La Psi que leo Registros Akásicos
Consteladora Akásica
El coraje de duelar haciendo fondo blanco. Hasta el final. Para poder sembrar sobre la misma tierra que vimos desintegrar.