LAS MUJERES DE MI VIDA
Cuando pienso en las tres mujeres que marcaron mi niñez pienso en sus obvias diferencias, pero también en sus grandes similitudes.
Simone de Beauvoir marcó mi existencia desde la panza. Porque como bien dice Jodorowsky, vaya que el nombre que nos ponen nos determina… Sobre todo porque fue por ella que lo eligieron. Era la autora preferida de mi abuela paterna. Pienso que no había forma de salir pacífica teniendo el nombre de una mujer que se puso las convenciones al hombro, que tenía una inteligencia privilegiada, unas agallas impresionantes y la fama de bailar desnuda sobre las mesas….
La segunda fue Scarlett O´Hara, la protagonista de Lo que el viento se llevó. La primera vez que vi la película, tenía 8 años y al verla con ese vestido blanco salir corriendo de la puerta de Tara en busca de su padre se me introdujo en la sangre. Otra mujer aguerrida, que en un tiempo donde nuestro género no era escuchado, hizo lo que quería. Se enamoró del hombre indebido, sacó su familia adelante pasando desde la riqueza máxima a la pobreza absoluta. Sólo que en el camino se olvidó de sentir, de pensar en el otro. Scarlett arrollaba con lo que se le atravesaba, y creo que fui muy Scarlett una gran parte de la vida…
La tercera fue Sissi… emperatriz de Austria y reina de Hungría. Pero con Sissi tuve mis etapas. La primera que la veía como una mujer romántica, enamorada, auténtica y luchando por salir del corset del protocolo. La segunda se inició cuando llegó a mis manos el libro de Sissi o la fatalidad de Jean de Cars, comprado en la librería del Museo del Louvre.
Sissi hubiera entregado su título mil veces antes de vivir en esa jaula de oro donde no podía ver a su marido que vivía absorbido por el trabajo, con una suegra que apenas nacían sus hijos se apoderaba de ellos y no la dejaba verlos. Sissi apenas comía, era anoréxica. Pasaba horas haciendo gimnasia porque se había mandado poner unas barras fijas en su habitación. Y seleccionaba a sus damas de compañía según su resistencia para caminar…
Porque llegó un momento en que comenzó a viajar. Constantemente. Por el mundo entero. Y cuando Francisco José podía, se iba a verla donde ella estuviera.
Ahora que camino su palacio, que atravesé su querida Hungría, que me senté en el café donde se tomaba su pedazo de torta favorita. Ahora que escuché los valses de su amado Strauss (hijo) sentada en el invernadero del palacio de Schönbrunn.
Ahora que la niña que fui se regodeó volviendo la ilusión realidad, recién ahora noto que la conjunción de esas tres mujeres impresionantes me dieron la fuerza para sobrellevar la adversidad, la osadía para vivir lo que quise vivir, los pies inquietos para buscar el propio camino, y la magia de sentir que no hay tiempos separados, sino que podemos transitar libremente entre sus líneas y ver a la Beauvoir en París aún escribiendo en Les deux Magots, o a Sissi cabalgar por el Prater, o a Scarlett manejando su carruaje por las calles de Atlanta…
Bendiciones!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos