La vida que vale la pena ser vivida
Resignifica tu edad cronológica. Es un número, no lo cargues con expectativas, programaciones, prejuicios y atribuciones sobre lo que en cada edad debe de pasar.
Cuando éramos jóvenes vivíamos pensando lo que haríamos cuando llegáramos a la adultez.
Siendo adultos, la vida se nos va en programar: la casa en que vamos a vivir, los hijos que queremos tener, los estudios que les vamos a dar, los viajes que queremos hacer, las vacaciones que queremos descansar.
La vida se vuelve una locura de trabajar, pagar cuentas, darnos algunos gustos… y correr en pos de lo que no hay.
Si no tenemos pareja… encontrar pareja.
Si no tenemos hijos… lograr la pareja para tener los hijos.
Si no tenemos trabajo… aplicar para un trabajo que nos permita sostener la familia que logremos.
Si no tenemos casa… meternos en deudas, créditos que ni siquiera sabemos si vamos a estar vivos para cuando los cancelemos… para meter nuestros sueños dentro y dejarlos a buen recaudo.
Mientras, la vida nos va viviendo y nosotros nos olvidamos que vinimos para lo contrario, vivirla a ella.
Si tenemos pareja… olvidamos decirle seguido que la amamos. Que la vemos bella. Cuidarla. Saber cómo se siente, qué le pasa, qué necesita de nosotros.
Si tenemos hijos… pasamos por delante sin besarlos, pensando que llegamos tarde a trabajar, o a una reunión. Y cuando llega la noche y ni tiempo nos queda para leerles un cuento, pensamos que todo se justifica porque los esfuerzos que hacemos son para que tengan todo… mañana…
Si tenemos trabajo… no solemos agradecer la bendición de ganarnos la vida y si nos gusta lo que hacemos, agradecer doble, pero siempre agradecer. Porque todo tiene un sentido y ni un pelo se cae de nuestras cabezas sin que el Plan Divino lo registre.
Si tenemos casa… deseamos cambiarla. Irnos de donde estamos. Ampliarla. Modificarla. En vez de hacer lo más sencillo… disfrutarla. Y esperar que cuando sea el tiempo, las cosas se den, sin esfuerzo, sufrimiento y enloquecimiento.
Hoy, sólo por hoy, probá decir: Todo es perfecto tal como es, y agradezco las bendiciones recibidas.
El círculo de Luz, Fuerza y Poder que genera agradecer y bendecir es tan poderoso, que comienza a cambiar nuestra vida desde el inicio.
La meditación más simple y efectiva es decir: Gracias.
La acción más valiente y disciplinada es hacer amando.
La vida que vale la pena ser vivida: es la que tenemos.
GRACIAS. GRACIAS. GRACIAS.
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos