LA BELLEZA DE CADA ETAPA
Aquella fue una terapia impresionante. Más allá de que desde que me abría la puerta me largaba a llorar, me hizo trabajar cada fibra, cada sentimiento, cada realidad… esa que me costaba ver y me empeñaba en maquillar.
Así fue que un día me dijo:
– Bueno, y en algún momento vas a tener que plantearte el proceso del paso del tiempo y los efectos en el cuerpo.
Lo miré como si hablara en esperanto antiguo. No podía sostener una vela y este hombre pretendía que me proyectara tanto como para pensar en el irremisible paso de los años, cuando ni siquiera la premenopausia había golpeado la puerta.
Pero activó algo en mí que me llevó a comenzar a congraciarme con mi cuerpo, sus cambios, sus nuevas demandas y necesidades. Me hizo pensar qué tipo de cosas eran importantes para mí, para vivir en función de ellas y no de las planteadas por la sociedad. Decidí que quería envejecer con naturalidad, tal como soy, asumiendo los cambios y encontrando la belleza en cada recoveco… así a los 20, como a los 30, los 40, los 50 y los años que tenga por delante.
Comencé a agradecer por la salud y puse en acción dos máximas que me parecen estupendas. Que la ropa acompañe la cara y el cuerpo. Que la alegría sea la juventud eterna del alma.
Cada etapa tiene su encanto, su disfrute. El éxito radica en mirarte al espejo y encontrarte contigo misma. Disfrutar de lo que ves, amigarte con la imagen que se refleja, quererte en todo tu recorrido.
Son muchas las cosas que tengo para agradecer a ese proceso terapéutico. La ética. La sensibilidad. La impecabilidad. La calidad humana. El conocimiento generoso y compartido. Pero esas palabras las recuerdo especialmente, porque son las que me prepararon para vivir las transiciones de una forma jugosa,sustanciosa, nutricia. Apropiándome de mi tiempo, de mi cuerpo, de mi Ser y decidiendo cómo recorrerlos.
Que la vida nos encuentre amigadas con nosotras mismas. Con las que somos. Enteras. Sin ediciones. Más audaces, más sabias, más auténticas. Mujeres reales, de pura carne, hueso y sangre en las venas.
Bendiciones!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos