El sentido de vivir
La llamada siempre representa el inicio de un misterio de transfiguración, un rito o un momento de transformación espiritual, que se completa con una muerte y un nacimiento. Los horizontes conocidos se han ampliado, los antiguos conceptos, ideas y sentimientos ya no nos sirven: ha llegado el momento de traspasar el umbral.”Joseph Campbell (El héroe de los mil rostros)
Entonces llega el 18 de diciembre de 2014, y lo primero que se me ocurre pensar es qué pronto pasa la vida. Son muchos los años transcurridos hasta hoy, y más allá de las teorías, me digo, tomando mi café, que tres cosas son reales para mí.
Qué hice con los momentos que atesoro.
Preguntarme si le encontré sentido a vivir.
Con quién querría compartir ese día si fuera el último.
Los momentos atesorados fueron vividos con intensidad plena en su aquí y ahora. “Ser húmedo y jugoso es ser real” dice Shinoda Bolen. Reivindico las humedades alegres y no las que dejan surcos en el rostro. Vivir en las ansias de repetir instantes se me ocurre que no tiene buen puerto. Pero hay un alivio en la certeza de que se puede experienciar lo bueno todas las veces que se desee. Porque el quid no está en lo que se haga sino el desde donde, el cómo, y con quien.
Me llevó casi la vida entera encontrarle sentido a vivir. Fue el día en que sin darme cuenta cambié el concepto de “amor sufrimiento” por “amor gozo”. Recorrió como una saeta todo lo que me rodea. Lo impregnó. Tamizó. Acercó. Alejó. Redimensionó. Resignificó. Liberó. Soltó. Aceptó. La última en enterarme fui yo, y se dio en Madrid, sola con mi alma. O sea, el momento menos solitario de mi vida. Lo había estado viviendo sin apropiármelo.
Es muy claro con quiénes compartiría mi día si fuera el último. Y qué haría. “Gracias por estar, te quiero mucho, nos vemos en la próxima”. Un abrazo sentido. Estamos de paso. Nos volvemos a encontrar. El corazón se entrega cuando adivina su eternidad.
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos