EL GENOCIDIO DE LAS BRUJAS…EL GENOCIDIO DE LAS MUJERES
El 28 de febrero de 2008 el parlamento escocés aceptó una petición para rehabilitar a todas las mujeres condenadas por brujería a lo largo de la historia. Más de cuatro mil…sólo en Escocia.
En 1947 acusaron por la ley de hechicería de 1735 a Helen Duncan. Helen se comunicaba con los muertos y en una de esas sesiones un soldado fallecido en un acorazado británico torpedeado por los alemanes, reveló lo que había sucedido a él y a sus 861 compañeros. Secreto de estado de los ingleses que no habían querido contar la verdad para no generar “angustia en la población” durante la segunda guerra mundial.
Así es que cuando salió a la luz que una mujer que “se decía espiritista” había puesto los trapos sucios al sol, mandaron apresarla y le aplicaron la ley de hechicería. En pleno siglo XX. Antes, como ahora, decir la verdad acerca de los hechos sigue siendo un riesgo, aunque no te quemen, ni te apresen, ni te ahoguen. La verdad es molesta para quien no quiere que se sepa…y las “brujas” molestamos.
Cuando desecaron el río que rodea Edimburgo para construir la parte nueva, se encontraron con miles de huesos de las mujeres ahogadas por brujas. En ese tiempo se decía que si las tiraban al agua y volaban, es porque eran hechiceras. Y a la vista está que no lo eran…porque ahí las encontraron tantos años después.
Muchas de esas mujeres eran acusadas por sus maridos. ¿Qué te querías deshacer de tu mujer y no sabías como? Pues la acusabas de estar loca, de hablar con los muertos, de hacer magia, de predecir el futuro. Y con eso alcanzaba. ¡Qué tristemente familiar me suena! Acusar a las mujeres de ver lo que no existe, de inventarse lo que no es, de no estar en sus cabales. Quitarle la credibilidad, ante sí misma y quiénes la rodean, para luego poder hacer de ella lo que se quiera.
Bajo el suelo que piso en esta tierra está la historia de mujeres como nosotras. Que curaban.Que creían en lo que es invisible a los ojos. Que sabían de plantas. Que “veían”. Que “sabían”. Sabían de saber, porque el conocimiento no era algo bien visto en una mujer. Y sabían por instinto, lo cual era considerado aún más peligroso.
Lo enriquecedor de mirar hacia atrás, es darnos cuenta que no hemos avanzado tanto como creemos. El genocidio de las mujeres es raramente recordado. Entre 1450 y 1750 hubo al menos 110 mil procesos que terminaron en unas 60 mil ejecuciones, la mayor parte en Polonia, donde se mataron 10 mil, según se lee en La caza de las brujas en la Europa Moderna, de Brian Levak.
Católicos, protestantes, puritanos y anglicanos se sumaron a este cometido; sólo las iglesias orientales no participaron.
Pero, ¿por qué molestaban tanto las brujas a las religiones? Sobre todo las llamadas “brujas que hacían el bien”. Pues porque esas mujeres sabían usar las hierbas como método anticonceptivo natural, en un tiempo en que la peste negra había diezmado a la población. Si las mujeres podíamos elegir si quedar o no embarazadas, ¿a quiénes no les convenía?
Hasta que surgió la píldora anticonceptiva, algunos historiadores se preguntaban por qué se dejó de saber en el renacimiento lo que en la antiguedad todos sabían. Cómo disponer de la propia fertilidad. Conocimiento peligroso hasta el día de hoy.
Más que interesante me ha resultado el recorrido por la suerte de las mujeres que murieron por saber demasiado y querer ayudar a las suyas. Y muy triste el rol de unas para con las otras. Porque aprender a no estar solas, apoyarnos y no permitir que se cometan atrocidades sobre ninguna en nombre de ninguna causa sigue siendo una responsabilidad que compartimos y aún nos cuesta llevar adelante.
Porque nunca estemos solas…porque aprendamos a no estarlo…porque apoyarnos unas a otras sea la regla y no la excepción. Bendiciones infinitas!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos