El divorcio de mis padres…
El divorcio de mis padres tuvo consecuencias emocionales, económicas, afectivas.
En el plano práctico a mitad del año pasamos de vivir de mi casa de toda la vida con un terreno enorme que en realidad era mi cueva de piratas, para acomodarnos en un apartamento de un dormitorio. De Carrasco al Parque Posadas.
De ser alumna en un privado donde éramos 16 alumnos que veníamos juntos desde los tres años, fui a dar a un colegio de monjas en una clase de 36 mujeres y 4 hombres. Yo, que no sabía rezar ni el Padrenuestro.
Todos fueron cambios positivos ya que no hay terreno que compense vivir en la violencia.
E irme de ese colegio se inscribe en el rango de la liberación deseada.
Primera lección: el dinero, el estatus, el lugar físico donde se viva no compensan el mal amor y la infelicidad perpetuos.
Y luego al poco tiempo me enamoré del que sería mi primer novio. Intenso romance que duró cuatro meses calendario y 5 años de mi vida en el corazón.
Segunda lección: no se ama lo imposible, a alguien que no quiere estar con uno. No quiero amar a quien no me ama, me dije con el monto de tragedia que corresponde a los 14 años. Y no volvió a pasar…
Con mi madre distribuimos las tareas. Ella trabajaba todo el día, cocinaba en la noche. Yo estudiaba, limpiaba la casa y la acompañaba todos los sábados a la feria. (No volví a pisar una de adulta, fue suficiente…
Con esa contabilidad mágica que surgía de su cuaderno de cuentas vivíamos con lo justo. Ropa se compraba una vez al año, la indispensable, para estudiar y para los profesores particulares se hacía un esfuerzo. El resto eran lujos…
Será por eso que cuando nació Micaela, todo fue poco para ella. Porque abuela y madre sabíamos lo que era no tener, y se lo quisimos ahorrar. Aunque no pudimos protegerla de lecciones más cruentas.
Vivir en una casa sin amor, sin ganas de estar juntos, con mentiras es un ejemplo que luego se lleva a cuestas toda la vida. Que hay que romper como molde y construir uno nuevo.
Romper la burbuja. Recuperar la paz. Dejar de escuchar discusiones, malos humores o de soportar malas caras, fue un alivio inigualable. Tener obligaciones, saber que tenía que cooperar para que saliéramos adelante, me hizo asumir responsabilidades que nunca había tenido.
Y cuando llegó el momento, mi madre se volvió a casar con un hombre a quien quise mucho, y que tuve el honor de despedir en su propia cama cuando partió 25 años después dejándome con un dolor que tardó años en pasar.
Supe que existen los hombres buenos. Los vínculos buenos. Las vidas buenas. Me permití tenerlos en mi vida. A esos, y a los otros también,
Con el diario del lunes, ahí comenzó la lección de que lo que sucede es perfecto. Aunque sólo se pueda apreciar, valorar y comprender años después.Y el concepto de la solidaridad entre mujeres… porque juntas podemos mucho más…
Bendiciones! Toda la Luz para tu instante perfecto…
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos