El buen amor
El buen amor te encuentra sin buscarlo, cuando tu alma y tu ánimo se alínean para recibir.
El buen amor puede ser intenso pero no súbito, porque si lo fuera, me recuerda a las piñas con las que se enciende la estufa, que tras la primer llamarada se tornan en cenizas mustias.
El buen amor se disfraza de formas impensables. Queriéndote lo suficiente para poner su energía en lograr que ese encuentro sea único. Consciente. Trabajado. Sentido. Generoso. Sincero. Honesto. Franco.
En estos tiempos de comida rápida y universos virtuales resbaladizos, el buen amor es un plato gourmet que se sirve a la mesa, se degusta mirándose a los ojos, con las manos del alma y las reales tomadas con cuidado. Como sosteniendo un cristal frágil, valioso, misteriosamente resistente…
El buen amor madura en el corazón antes de ir al encuentro del otro. Que es Otro. No muchos otros. Está listo para dejarse encontrar. Lavó sus heridas. Soltó. Respiró y dejó el pecho libre a un nuevo latir.
El buen amor no es utopía, ni poesía, ni mentira. No sabe de tortuosidades. Desconoce la palabra interés. Se luce a la luz del día, huye de la hipocresía. Se nutre y esparce entorno a sí, lo mejor.
El buen amor es tu versión más auténtica, mirando de frente un espejo que ama tu reflejo de luces y sombras.
Que este solsticio traiga buen amor, y buen discernimiento para reconocerlo, valorarlo y cuidarlo. Para distinguir el oro de las baratijas, esa sutil diferencia que nos grita la sabiduría interna, la intuición y la buena intención.
Bendiciones!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos