De Ser y de seres, de Amar y de amores
Elijo creer que los encuentros pueden desembocar en buenas o malas ecuaciones. Con el caer de lo ideal asoman, sin máscara posible, las acciones.
Buenas serían aquellas ecuaciones en donde cada uno siente que puede Ser. Malas aquellas en las que no.
Ser pasaría por poder expresar lo que se siente, hacer lo que se desea, negociar sin derrotados, pelear sin lastimados, discutir sin agraviados. En el Ser no entrarían los roles de víctimas o victimarios, ni las manipulaciones, ni las estrategias, ni los abusadores o los abusados, ni las tácticas, ni los traicioneros o los traicionados, ni los lugares de poder, ni los engañadores o los engañados. Ser implicaría, por donde se lo mire, Amar al otro. Como amigo, como pareja, como padres e hijos, como lo que sea. Sin importar el formato, sino el sentir/pensar/actuar.
Hacer de la vida un entramado de buenos encuentros, que permitan que la espontaneidad surja, se dibuje, juegue, interactúe, se enriquezca, goce. Encuentros donde no se tema a las palabras, sino a los silencios rencorosos o furtivos. Donde el reír, el enojarse, el mirarse, el mostrarse, el saberse y saber del otro, no se vuelva nunca un arma en manos ajenas sino una caricia en dedos amigos.
Me pregunto por qué transamos tantas veces en relaciones que ofrecen menos que eso. O nos alejamos de los vínculos que nos lo convidan sin valorarlos lo suficiente. Por qué somos tan selectivos a la hora de los amigos, y tan poco coherentes con esa exigencia a la hora de elegir a las parejas. No soportamos que un amigo nos lastime, nos manipule, nos mienta, nos victimice. Pero si es la persona que elegimos para acompañarnos en forma trascendente e hipotéticamente definitiva, daría la sensación que esas acciones podrían llegar a tolerarse. Algo así como “pegáme todo el día que me gusta, pero si es sólo por un rato y no me vas a acompañar, entonces, no te lo voy a aguantar.” Porque la pareja es de todo el día y todos los días, y los amigos, de cuando en vez.
Hay matices, hay momentos mejores y peores, situaciones puntuales que pueden generar malestares. Pero la regla, la esencia de todo vínculo, debería ser la dicha. A título de qué soportar si los abrazos no van a ser fraternos, las palabras mínimamente empáticas, las miradas habilitantes, las diversidades admitidas.
Los consanguíneos no se eligen. Eso aplicaría en los deberes. Y el “deber” no es término bienvenido en mis zonas vividas, sentidas, construidas, armonizadas, creadas para sustentarme.
¿Acaso no nos tomamos el tiempo del mundo cuando vamos a viajar para aprovechar al máximo los días y los trayectos? Postulo un recorrido pletórico de buenas ecuaciones, de Ser y de seres, de Amar y de amores. De última, vivir es el viaje más largo y se lo merece.
Bendiciones!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos