De eso, como del sol
No soy de la generación del “te quiero mucho” y el abrazo. No se usaba, ni en mi casa, ni en los lugares donde estudié. Tampoco entre mis amigas. Se sabía que existía un sentimiento de amistad entre nosotras, pero no se nos ocurría explicitarlo, ponerle un nombre, demostrarlo. Crecí mirando con cierta desconfianza a aquellas/os que eran demasiado demostrativas/os. Por algún motivo, me ponía incómoda que me tocaran o me dijeran cosas que involucraban al afecto. El Afecto era algo tan sagrado, tan importante, que de tanto cuidarlo, parecía que ni siquiera lo usaba.
Hace muchos años, cuando todavía jugaba a ser Escribana, una de mis parejas, estudiante de Psicología, me invitó a ir al Cabo con su grupo de estudio. Entre dunas, lobos y sol, aprendí lo terapéutico del abrazo, lo enriquecedor del juego, lo fascinante del encuentro. Me parece ver, como muestra madre de tolerancia, a la única psicoanalítica del grupo, leyendo a Marosa en voz alta, a la luz de las velas, a esa banda de gestálticos. E interpretándola.
¡Cómo abrazaban! Para aprender a apapuchar y ser apapuchada, no hay como los seguidores de Fritz. La energía que generaba ese grupo se traducía en una comunión de espíritus que permitió que 14 cristianos tan disímiles convivieran/comieran/ se bañaran/ durmieran/gozaran sin mayores roces. Un intensivo curso acelerado de “Aprendé a sentir y demostrarlo o estás frita”.
Suele suceder que las personas que sacan a la luz una parte gozosa de nuestra vida, lo hacen con tal delicadeza que una ni siquiera se da cuenta. El velo de la indiferencia había caído para siempre, y decidí cubrir la desnudez que revelaba con sentires. No lo hice en ese momento, no era el propio.
Pero por algún lugar quedó esa semilla, y latió hasta un hoy donde me encuentra libre al fin de decir “te quiero mucho” y abrazar. No desparramo por el mundo esas palabras, ni permito que cualquier par de brazos me rodeen. Son pocos, son especiales, conforman el puzzle de mi vida, y merecen ser “queridos mucho” y abrazados. De esos, como del sol, creo que nunca me sentiré lo suficientemente ahíta.
Bendiciones infinitas! Porque nunca estemos solas! Por los buenos abrazos!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akasicos