Blog - Nunca estamos solas

¿Ayudar a partir?

La mamá de una amiga querida está enferma hace meses, y parece que no logra cerrar el ciclo y dejar su cuerpo físico que ya no da más. Mi amiga me preguntó si yo podía ayudarla y me lo pregunté. ¿Puedo? ¿Hay algo que pueda hacer ahí?

El marido de mi madre, a quien quise y quiero mucho, murió después de cinco meses de deterioro progresivo por un cáncer de lengua que atacó el cerebro. Fue perdiendo el habla, funciones, gradualmente. Estaba en casa, súper cuidado.

Iba todas las tardes. Me quedaba horas con su mano en la mía. Mamá había contratado a una señora que «ayudaba a pasar de plano». Veinte días a precio oro. Lo único que repetía era que si yo no dejaba de agarrarle la mano, no se iba a ir más. No le solté la mano. No era por ahí.

Le pedí a mi entrañable Nicole, que trajera a alguien para darle la extremaunción. En la iglesia católica donde fui a pedirlo no me dieron ni bola. La extremaunción se la dio un sacerdote gnóstico. Gracias eternas por la Humanidad.
La paz se notó. Pero aún faltaba algo. Sin poder hablar y súper sedado, me pidió con gestos que le pusiera una alianza en el dedo. La de su primer matrimonio. Las hijas, se la trajeron, se la pusimos, y al otro día, en su cama, acompañado por mi madre, se fue. Llegué a la media hora, y por primera vez, entregué un fallecido. Espiritualmente hablando. Para que no tuviera miedo, para honrarlo, para agradecerle, para decirle lo que sentía y cuánto lo quería.

Frente a la vulnerabilidad del otro, es cuando más ético hay que ser. Creo que no se van mientras sienten que queda algo por hacer. Y tratar de sentir que les trae la paz y el sosiego, dárselo en lo posible, es lo más que me animo a sugerir.

Como cuando nacemos, cuando morimos, necesitamos amor. A la hora de morir, se juega la vida entera. Los vínculos. Los apegos. Los miedos. Morir es cerrar. Soltar. Y cuesta…de los dos lados.

Una simple mirada. Cada uno con su creencia y su experiencia.

Escrito por Simone Seija
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