Blog - Nunca estamos solas

Abandono a la mujer que hay en mí cuando me niego a aceptar su mirada única y sus necesidades.

Me abandono cuando trabajo hasta extenuarme y luego me exijo llegar a mi casa y hacer todos los quehaceres, sin pedir ayuda, sin darme tregua.

Me abandono cuando me olvido de lo bien que me hace caminar en la noche, escuchar música en la mañana, tomarme un mate en la playa, tomarme un día de la semana entero para mí.

Me abandono cuando me resigno a perdurar y no a vivir. Cuando beso sin ganas o me conformo con un abrazo flojo.

Me abandono cuando olvido mi belleza y reniego de mi cuerpo. Y me atraco de dulces, o me olvido de pasarme crema para hidratar la piel que se reseca a la velocidad del ánimo cuando me olvido de alimentarlo con lo que lo nutre.

Me abandono cuando no tengo tiempo para juntarme con amigos. O cuando creo que no es importante lo que tengo para compartir. O cuando callo lo que duele para no molestar

Me traiciono cuando vivo la vida en función de otros, me pongo cuarta en la lista y sobre los hombros todas las responsabilidades. Cuando soy el pilar económico, emocional, vincular, parental de todo mi sistema familiar y se da por descontado que elegí ese lugar.

Me traiciono cuando doy vuelta la cara para no verme llorar, pero corro a ayudar si veo a otro pasarla mal.

Me abandono. Me traiciono. Hasta hoy. Ya no más. Porque merezco. Y merecer es un verbo para conjugar y jugar. Para gozar y retozar. Para florecer y habitar. Para sanar y reformular.

Me merezco mi tiempo, mis disfrutes, mis espacios, mi alegría, la carcajada fresca y los pies en la arena fría.
Me merezco el amor, lo bueno, los deseos, lo que elija vivir. Estar primera en mi lista y amarme hasta morir.

Me merezco. Te mereces. Vamos. Es ahora! A vivir!

Bendiciones infinitas! Nunca estamos solas!

Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos
www.registrosakasicos.com