Cuando un cuarentón sale con una veinteañera…
Cuando un cuarentón sale con una veinteañera, los coterráneos de género y edad lo ven como un ganador. Las mujeres, en tanto, se sienten amenazadas, porque deja abierta la idea a sus parejas de que las cambien, al decir de Aute, por dos de veinte.
Cuando una cuarentona se vincula con un veinteañero, los hombres de su edad buscan desesperados encasillarla en alguna patología consagrada o no en el DSM IV: reventada, ninfómana, perversa, mal atendida. Y las mujeres nuevamente se sienten amenazadas, solo que esta vez…tiemblan por sus hijos. Pero el temblor parece que no les ataca tanto cuando es la nena la que sale con un veterano que está más para novio de ellas que para otra cosa.
Al hombre que sale con una mujer menor no se le denomina de una forma especial. A las mujeres maduras que forman pareja establecida o no, con tipos jóvenes, se les llama cougars o mujeres pantera, “siempre acechando, esperando encontrarte con la guardia baja.” Está complicado para sacar goce de los dientes de un felino salvaje hincados en uno. Pese a todo, da la impresión que hay “víctimas” que no la pasan tan mal como el listo que puso el mote nos quiere hacer creer…
¿El quid en donde está a la hora de elegir pareja una mujer que sabe lo que quiere? Quizás no estaría en el cuerpo, ni en la degustación del mismo si vamos al caso. Ni en la posición social o económica. Ni en los títulos, los trabajos, los autos, o los saberes sobre vinos. Ni en la mera experiencia en la cama. Me inclino a buscar la respuesta en hechos simples, tales como que cuando un tipo es un “pelotudo”, es un pelotudo. De veinticuatro, de treinta y dos o de cincuenta y seis. De igual forma cuando un tipo es “divino”, es divino con veinte, con treinta o con sesenta.
El ser persona, el manejo de los afectos, de la seducción, de la vida misma, se vincula al momento evolutivo pero no se agota ahí. Supongo que más allá de las individualidades, todas las mujeres buscamos parejas sensibles, con quiénes se pueda hablar de lo que nos interesa y no solamente de sus propios problemas. Tipos que se interesen en nosotras pero tengan sus propias vidas. De paso, tipos que vivan y no que vivan pensando como vivir si se animaran. Hombres con los cuales se puedan construir relaciones simétricas de dar y recibir, de gratificar y ser gratificado. Seres a quiénes la palabra construir no les haga caer en pánico y queden tartamudeando.
Que nos tengan en cuenta, nos apoyen y compartan con nosotras en toda la extensión del término, los diez días que dure la relación o lo que a la dupla le convenga. Esos son los divinos. Bajo el rubro pelotudos ponemos a los egoístas, los aburridos, los violentos en sus versiones simbólicas y de las otras, los soberbios, los que no saben hablar y escuchar, los cortitos de mente, los neandertales en todas sus facetas (mentirosos, infieles, machistas, celosos exacerbados, mancilladores de la autoestima de su pareja, etc.), los que buscan su placer y jamás se acuerdan de quien tienen enfrente.
Por qué no asumir que habemos hombres y mujeres distintos, con gustos diferentes, con necesidades disímiles y vidas por vivir cada cual a su aire. Empecemos por desetiquetar, por no juzgar, por permitir, por aceptar. Apostemos a que lo que sea, sea, aventurando no reprimir, no truncar, no cercenar. Ni en otros ni en nosotros. Encontremos las esencias más allá de las apariencias, y demos pasaje al libre albedrío. Que en temas de adultos a la hora de vincularse las opiniones y los prejuicios sobran…
Bendiiciones infinitas! Nunca estamos solas!
Simone Seija Paseyro
Lectora de Registros Akásicos